lunes, 8 de enero de 2018

Nutrición en pacientes con cáncer de cabeza y cuello


Comentamos algunos aspectos interesantes de la guía  de consenso sobre el manejo nutricional del paciente con cáncer de cabeza y cuello en Reino Unido.

Nutritional management in head and neck cáncer: United Kingdom National Multidisciplinary Guidelines
B Talwar, R Donnelly, R Skelly, M Donaldson
The Journal of Laryngology and Otology  2016, 130 (Suppl. S2), S32-S40.

Comentario      

En esta  guía se establecen una serie de recomendaciones para el manejo nutricional de los pacientes con cáncer de cabeza y cuello.

La pérdida de un 10% de peso o mayor en los seis meses previos es un dato sencillo de recoger en la historia clínica y constituye un síntoma de alarma para considerar la posibilidad de malnutrición. La malnutrición lleva asociada un aumento de la morbilidad que resumimos: 
  • Incremento del riesgo de infección.
  • Retraso en la cicatrización.
  • Afectación de la función cardíaca y respiratoria.
  • Debilidad muscular.
  • Depresión.
  • Resultados peores en el cuestionario de calidad de vida.
  • Incremento de las complicaciones posquirúrgicas.
  • Respuesta menor a la quimioterapia y radioterapia.
  • Incremento de la tasa de mortalidad.
Desde un punto de vista general las necesidades energéticas en pacientes con cáncer se estiman en 30 kcal/kg/día y 1,2 g de proteína /kg/día. Estos cálculos sufren cambios en pacientes con obesidad mórbida, malnutridos o en pacientes quirúrgicos.

Centraremos las recomendaciones nutricionales en pacientes que serán intervenidos quirúrgicamente como parte del manejo terapéutico.

Las indicaciones para iniciar un soporte nutricional preoperatorio son las siguientes:
  • Pérdida de peso >10-15% en 6 meses.
  • Indice de masa corporal < 18,5 kg/m2.
  • Albúmina en suero < 30 g/l.
  •  Dificultad de mantener la ingesta por encima del 60 por ciento recomendada durante más de 10 días.
En estos pacientes se indica soporte nutricional durante 10-14 días previos a la cirugía. Incluso sea conseja  en ocasiones utilizar nutrición enteral si existe dificultad con la nutrición por vía oral. Se recomienda una dieta rica en carbohidratos. Con respecto a la utilización de alimentos inmunomoduladores que contienen aminoácidos, nucleótidos y lípidos, no existe evidencia de beneficios preoperatorios. Existen algunos estudios preliminares sobre el soporte nutricional enriquecido con N-3 y su impacto en mejorar los resultados nutricionales de peso, masa corporal, reducción de infecciones posoperatorioas  y estancia hospitalaria.

Durante el posoperatorio  de una laringectomía  se recomienda iniciar la alimentación dentro de las primeras 24 horas posterior a la cirugía.

El soporte de nutrición enteral mediante gastrostomía es recomendada en pacientes con previsión de mantenimiento de sonda de alimentación durante más de cuatro semanas.
Las recomendaciones también incluyen algunas puntualizaciones sobre la alimentación en caso de lesión del ductus torácico y salida de linfa a través  de la herida cervical. Los autores recuerdan que es una eventualidad rara con una incidencia de 1-2% en los vaciamientos cervicales radicales y que el diagnóstico de linfa se produce cuando el nivel de triglicéridos es > 110 mg/dl en el fluido cervical.  A pesar de la inexistencia  de un consenso generalizado ante esta eventualidad, se recomienda nutrición libre de componentes grasos o utilizar triglicéridos de cadena media. En algún caso con un volumen superior a 1000 ml puede considerarse la posibilidad de nutrición parenteral. Si la cifra es < 50 mg/dl se descarta que el fluido corresponda a linfa a menos que el paciente este malnutrido inicialmente.
 
El impacto en la calidad de vida se mide por los cuestionarios validados específicos de pacientes con cáncer de cabeza y cuello en relación con la posibilidad de comer y beber . No existe un apartado específico en estos cuestionarios  que relacione el estado nutricional y el soporte nutricional  aportado con la calidad de vida percibida.

Por último comentar el  concepto  de síndrome de realimentación por ser poco conocido. Consiste  en las alteraciones metabólicas que se producen como resultado de la reintroducción de la nutrición en pacientes con severa malnutrición. El principal hallazgo es la hipofosfatemia  aunque puede acompañarse también de niveles de sodio alterados, déficit de tiamina, hipomagnesemia, hipopotasemia y cambios en los niveles de proteína y glucosa. En pacientes donde existe dicho síndrome es necesario antes de inicial la alimentación administrar tiamina oral, vitamina B y complejos vitamínicos. Posteriormente se comenzará con cantidades pequeñas  (0.0418Mj/kg/día) con un aumento suave progresivo.

Podéis encontrar el articulo original a través de la Biblioteca del SAS.

Artículo  seleccionado y comentado por Dra. Eulalia Porras.

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